Duele contemplar el curso de la vida desde este lado de la temporalidad. Antes sólo existía el presente, y los recuerdos eran utensilios a nuestra disposición cuya única función era provocarnos el habla para evitar el silencio.
'Ahora', desde donde hace cada vez más frío, se aclara para mí cómo y por qué se empezó a medir el tiempo. El cero nos pertenece a nivel ontológico. Es el centro de la propia humanidad, el origen de esa cúpula que construimos para protegernos de la insondable exterioridad. La vida transcurre en el gran interior de esa "esfera infinita" cuyo centro está en todas partes, y su periferia en ninguna. Nada puede superarla. Ir más allá, significa estar en el centro de la misma.
Papá, te pienso, y me hundo en las aguas de aquel río que pasa pero que nunca se va...
Cobijado por la mudez del silencio, en el núcleo ahora expuesto de una esfera cuya amplitud desconocía, me froto las manos e intento avivar el fuego de tu cálida presencia. No es la tundra ni el aire frío del desierto lo que me congela. Son los síntomas del avance térmico. Es la flecha del tiempo que penetra. Es la eternidad que no me cabe en el corazón.
Eratóstenes Flores. 31/10/2018.