Hacía el espacio abierto de la noche huye la soledad de sí misma. La hostilidad diurna del entorno es la que le indica el curso de la fuga; sin embargo, ésta no tiene como finalidad hallar los caminos del encuentro y, mucho menos los de la felicidad. Al firmamento sólo va aquello que necesita perderse. Y así como la soledad, desde la intransigencia que corona las escarpadas cumbres de la soberbia, bajará el orgullo a recorrer los intersticios de la plenitud, los no-lugares de la dicha y en ellos encontrará el verdadero objetivo de su escape: el olvido de sí, embriagarse, huir de la huida, tener por fin un respiro. Nada tiene que ver este abandono con la evasión de las responsabilidades. Hay un serio compromiso con la construcción de la propia tragedia, con el catasterismo de la soledad y el orgullo, desmesura que la muerte tocará con sus alas cuando amanezca el olvido.
Eratóstenes Flores. 08/12/19.