En cierta época los animales eran adorados como dioses. Luego los dioses eran hombres cuya divinidad se ubicaba en la cabeza (Zobek, Horus, Anubis). Un tiempo después, los dioses de tanto alimentarse de los hombres asimilaron su completa humanidad y se hizo Dios hombre...
No tardaron las disputas entre los animales y los hombres que anunciaban la superioridad de los segundos frente a los primeros que porque aquellos no tenían alma, que porque no eran libres, que porque en forma de hombre Dios se había manifestado...
La humanidad asimiló por completo la divinidad y en un acto de insuperable soberbia, a Dios, lo asesinó el hombre.
En las cimas de la decadencia se halló entonces erguido ante la extensión de sus dominios: el Hombre absoluto, estúpido, rey en los senderos de la nada muriendo en silencio.
Dicen por ahí que a la muerte sólo va aquello que uno ama... Pudo haber sido inteligente, pudo haber sido sensible; pero no: el Hombre sólo se amó a sí mismo.
Eratóstenes Flores. 20/01/2019.