Hace 42 años caí de luna sobre un tablero de ajedrez. En algún momento me preocupaba saber si el escaque en el cual había yo iniciado el juego era blanco o negro; pero pronto el harpa de Orfeo disolvió en sus melodías los límites cromáticos del mundo.
A la sombra de un sicómoro recibí de Prometeo la luz del fuego, y así también, en la dulzura de sus primeros higos descubrí la crónida sombra de la finitud.
Fue así que nací dos veces y habité por mucho tiempo esa tensión dialéctica que me tuve que beber con Dioniso, cálido y lumínico por un lado; pero gélido y sombrío por otro.
Vi en los ojos de afrodita la luz del amor y entonces, del pecho me brotó una bella flor...
Vuelvo ahora la mirada y siento nostalgia por la vida estando vivo...
Respiro profundo y a la luz de esta luna que me llena, sonrío...
Es el viñedo del texto el que recorre ahora mi reciente sobriedad. Es un tiempo nuevo el que ha trascendido mi meliflua juventud, es el camino que inicia para mí en compañia de cervero.
Eratóstenes Flores. 23/10/2017.