Tuvimos nuestra oportunidad...

El tiempo y el espacio alguna vez fueron nuestros.

¿Qué nos pasó?

Nos perdimos en la fascinación de la unidad... 

La objetividad y universalidad de la dialéctica, 
así como la espiritualidad del misticismo, 
pronto devinieron soberbia, egoísmo, individualismo, 
separatismo. 

Nunca pudimos entender la vastedad y riqueza 
de la articulación ecológica,
de la pluralidad, del  multiculturalismo...

En un principio,
tallamos la piedra para poder alimentarnos, 
para poder defendernos;
para comunicarnos y dejar registro del absoluto
que inexorablemente nos trasciende, pero
la sed de dominio se apoderó de muchos
que dejaron de esculpir monolitos y
empezaron a afilar los pedernales para matar, 
para someter y esclavizar a otros.

Nada queda ya de aquel entonces en el que
aprendimos a trabajar la tierra y
producir nuestros alimentos en lugar de simplemente 
depredarla y consumirlos... El mundo era otro,
profuso, siempre generoso. Nos develó los secretos
del maíz, del trigo y del arroz; 
de las papas y la mandioca; de la cebada...

¡Qué hermoso!.

Tuvimos nuestra oportunidad...
El tiempo y el espacio en su inmensidad, 
por unos pocos segundos
en un rincón diminuto,
acogieron dulcemente
las formas de nuestra sensibilidad.

Es tiempo hoy de sentir nostalgia por la vida estando vivos.
Es momento de ver partir las aguas que se llevan sus semillas.

¡Ríos de la eternidad, gracias por tan magnífica oportunidad!.

Eratóstenes Flores.  29/04/2020.