- ¡Maestro!, vamos a armar una lira.

- ¡Claro que sí!, ¿cómo la quieres?

- En términos de dinámica quiero que sea sumamente sensible para cuando me de por blusear. Además quiero que al incrementar la intensidad de mi ejecución, se ponga a prueba la calentura de los bulbos en mi amplificador para obtener un agradable scream. Y bueno, por su puesto quiero que al activar un overdrive el sonido explote con definición incluso con acordes que involucren las seis cuerdas, todo esto sin coartar la posibilidad de romper el sonido cuando me de por echar a andar el fuzz más marrano que nos podamos imaginar.

- ¡Quieres como tres guitarras en una!, ja, ja, ja. 

Así comenzó hace algunos años un proyecto con mi amigo Mario Nava Diaz en su Guitar Hospital CDMX. 

¿Quién no ha soñado en algún momento con una guitarra que cubra por completo sus necesidades? 

Para mí ese sueño era la posibilidad de articular una lira perfecta para sonar con Xochihua. Elegimos el cuerpo, el brazo, las pastillas, los afinadores con seguro y toda la cosa. 

Es claro para quienes me conocen bien, que en cuanto a los colores tenía que ser verde con negro. Y bueno, decidí de último momento agregar el nombre y logo de la banda sin pensarlo mucho.

Casi, o más bien ca$$$i un año después, tenía mi lira en las manos. La soné y la soné mucho, limpia, con drives, con fuzzes, con búlbos, con transistores, de noche, de día y de madrugada. Muy pronto empezaron a salir detalles que debían corregirse, como por ejemplo: rebajar un poco el brazo, a sugerencia de Mario,  y desde mi perspectiva, ajustar la maquinaria pues había una cuerda que tenía poco sustain. 

La receta del Dr. Mario - pues al fin y al cabo trabaja en un hospital- decía: úsala, úsala mucho, tiene que asentarse. 

En fin, la usé y la usé tratando de forzar la adaptación de mi corporalidad a la suya hasta que un día me cansé y por fin me decidí a que el doc le rebajara el brazo.

La verdad es que esto debí hacerlo mucho antes, pero someter mi lira a una intervención tan invasiva con la madera, me daba miedito. ¡Iluso!, por mucho, la lira, ¡quedó mucho mejor!, aunque la tercer cuerda seguía sin brillo, como muerta. 

Un día le pedí a Mario que le cambiara la cejuela, pues ¡era de plástico!, pero me dijo: puede ser de cualquier material, eso no afecta mucho, y yo le creí. 

En fin, hace tres días, yo mismo -con la valiosa asesoría a distancia de Mario- le cambié la cejuela a la susodicha por una de grafito y ¡wow!, ¡qué diferencia!, ¡suena de poca madre!, creo que ahora sí ¡ya quedó! y muero de ganas por salir a dar el rol con ella por toda la ciudad. 

Que se sepa en todos lados. ¡Estoy enamorado de esa extensión de mi corporalidad que algunos llaman: guitarra! 

Me acostumbre tanto al sonido de mis otras liras que ahora ¡no sé qué hacer con tantos armónicos!

#CualQuiereQueLeCante

P.d. Estamos embarazados. Vienen ya nuevas rolitas al mundo.