Siguiendo el eco de aquella vibración que produjo la luz y la verdad, encontré los campos de Ialu. Feliz, caminando entre sus juncos, reconocí en pleno vuelo al pájaro de mi complaciente y placentera imaginación. En ese instante, una pregunta interrumpió la más profunda de mis inhalaciones:
¿De dónde todo esto?.
Fue así que recordé ese baño con leche de vaca, y el salitre en mi espalda; mi corazón en la balanza y la pluma de la armonía cósmica; el escarabajo verde, y mis múltiples no; el chacal que me guiaba a todas partes, y las lágrimas de las plañideras...
Llueve...
Eratóstenes Flores. 19/08/2018.