Vivo el rock & roll como una manifestación cultural colectiva cuyo significado y sentido es atravesado por todos los demás ámbitos de la vida.
En general, cuando se habla de rock, se suele recurrir a cuatro aspectos de la polivalencia y complejidad del mundo para determinarlo. Encontramos así explicaciones que lo implican a partir de causas sociales, políticas e ideológicas dominadas a su vez por causas económicas promoviendo la idea de que la última instancia de determinación en el mundo es la económica y que por lo tanto, para que el mundo cambie, el enemigo a vencer es ni más ni menos que: la economía.
Esta manera de proceder, según yo proviene de un marxismo superficial que quiso ver en la instancia económica la determinación de todo lo demás como supraestructura. Sin embargo, Marx está muy lejos de haber dicho semejante cosa. De hecho si buscamos algo así como la última instancia de determinación en Marx, tal vez el alemán estaría de acuerdo con Engels, cuando este dice en “El origen de la Familia”:
"la última instancia en la determinación material de la realidad es la vida y la vida inmediata"
Desde mi perspectiva, suscribo lo que afirma Engels interpretándolo del siguiente modo: "la última instancia de determinación es la vida cotidiana", y por ende, todas las demás instancias de determinación dan razón de esta desde su ámbito específico sin llegar nunca a subsumir la realidad misma. Es decir, la instancia económica atraviesa y colorea la realidad cotidiana no más que la instancia política, científica o estética y además, la relación que existe entre todas estas instancias de determinación es tal que cada una de ellas determina a las demás y a su vez éstas determinan a aquella. Es posible entonces hablar de la estética del ejercicio del poder político, del valor de mercado de la belleza, de la ética del desarrollo tecnológico, de la sustentabilidad ecológica de las políticas públicas, etc.
Por lo tanto, desprender la instancia de determinación económica de todas las demás instancias de determinación para presentarla como la última, es cortar de tajo la respectividad que esta tiene con todas las demás e iniciar un proceso de sublimación o más bien de fetichización que se impone cerrándose sobre sí mismo, resaltando un único aspecto de la plurivalente realidad cultural.
Creo que al identificar erróneamente a la economía en general con el capitalismo voraz que inicia en el siglo XVI con el genocidio maya-azteca-inca, se posibilita la “crítica” con raíces “históricas” que juzga culpables desde el marco teórico del marxismo ingenuo, a aquellos que logran el éxito comercial y por ende económico de sus proyectos musicales.
Esto no quiere decir que las transnacionales llamadas disqueras sean inocentes, ¡no!, mi intención dista mucho de ser una apología del capitalismo de mierda que por supuesto encontramos en casi todas partes y particularmente en los sellos discográficos trasnacionales. Lo que quiero subrayar acá, es la diferencia entre economía en general y la práctica específica de esta que llamamos capitalismo. Ese sistema específico de prácticas monopólicas que tiene al mundo de cabeza, por supuesto que debe ser combatido a diferencia de la intención de músicos, productores y demás integrantes del ámbito musical que trabajan todos los días para posicionar dignamente su labor artística en el mundo y lograr su sostenibilidad económica.
Pregunto: ¿Es el capitalismo rampante la única forma de ejercer la economía? Yo creo que no, y si tengo razón y el mundo está inevitablemente atravesado por la instancia de determinación económica, ¿Por qué no construir desde la colectividad una economía que reconozca no sólo el valor de cambio sino el valor estético, funcional, creativo y original del rock & roll en México?
¿No fue acaso Comrock una manifestación visionaria de organización colectiva en este sentido, que supo negociar con WEA la distribución de sus productos por lo menos dos años antes de la llegada de la oleada argentina y española a México?
Ahora sabemos que Comrock llegó a su fin para sorpresa de todos los involucrados, por la incapacidad de uno de los socios para reconocer que los músicos tenían derecho a cobrar regalías. Hay que decirlo, el fin de esa era llegó de la mano de la explotación, pero de ningún modo se disolvió la semilla de que una industria de la música construida desde la colectividad era posible en México, ya que en los noventas, hubo otro brote de organización para impulsar el rock mexicano llamado: Culebra records, esta vez relacionado con BMG.
Si escarbamos más a fondo encontraremos una lista bien larga de colectivos que conciben y ponen en marcha otras forma de ejercer la economía que colmaría de ejemplos mi intención de responder negativamente a la siguiente pregunta:
¿Es la precariedad económica el único resquicio de dignidad artística para los músicos de México frente a las disqueras, y en este caso específico frente Netflix?
¡Claro que no!, el problema ahora en la segunda década del siglo XXI es que los discos ya no se venden y por lo tanto las disqueras y todos los recursos humanos e infraestructura que alguna vez tuvieron a su disposición, ¡ya no existen! Las bandas de rock en esta realidad de asilamiento social, se ven en la necesidad más que nunca de construir ya no sólo su música, sino puentes de comunicación y vínculos creativos para poderse grabar, para poderse presentar y sobre todo: para poder capitalizar la red.
La mayoría de los grupos de rock se contentan con subir su música por medio de agregadoras a las plataformas digitales como Spotify, iTunes, etc. Pero desconocen por completo lo que son las regalías editoriales, la función que tiene BMI o SoundExchage en relación a estas y en ocasiones ni siquiera tienen su obra registrada.
No es extraño que la gente que consume música se pregunte: ¿dónde están las bandas de rock nuevas? La respuesta, espero de verdad que a nivel nacional sea: estamos organizándonos para poder costear los gastos de producción de nuestra obra y que esta sea redituable. El coleccionista quiere viniles, boxsets, videoclips, merch. ¿De dónde va a salir todo eso si no es a través de una economía que nos beneficie a todos?
Hay una legión de músicos extraordinarios en precariedad económica sin la posibilidad de salir a tocar que a pesar de todo, sigue componiendo y espera con ansia el semáforo verde para salir a aquella realidad cotidiana en la que el público se niega a pagar setenta pesos por verlo tocar, pero se gasta en la peda dos mil pesos de chela artesanal discutiendo con los cuates si Shakira y Maná son rockeros de verdad, si Rocco se equivocó al decir que Rockdrigo murió en Tlatelolco, si faltaron fulano y zutano en el documental, si sobró perengano, si hay o no hay "objetividad histórica" en él, si los seis capítulos no son más que la extranjera perspectiva de una subjetividad que habla desde el mainstream de la industria, y así continua la lista hasta llegar a que Dios no existe y que por lo tanto, antes de que llegue la resaca, nadie tiene la última palabra.
Tengo mi lista de ausentes y sobrantes, un candidato a mejor actor, recomendaciones de asesoría para los realizadores, pero la verdad es que a pesar de no estar de acuerdo con el diagnóstico de que el rock está en hibernación,“Rompan Todo”, me gustó.
Eratóstenes Flores Torres. 20/12/2020