INTRODUCCIÓN

En estas pocas páginas describo lo que considero el desarrollo pleno de la unidad existenciaria de la sensibilidad que tiembla. Esta se distingue del desarrollo de la sensibilidad occidental tripartito que se funda en la clasificación aristotélica (logos teoréticos, logos prácticos y logos poiéticos), en tanto que previa al capitalismo y sus devastadoras consecuencias, la supera. Tomando en consideración el concepto de belleza del Dr. Enrique Dussel como el momento decisivo que funda en los humanos la conciencia de ser conscientes, propongo con el nahuatlismo Tlahtoli Tlalolin, un desarrollo específico de la sensibilidad humana como racionalidad cuyo ámbito insustituible es la vida cotidiana. En México podemos encontrar rastros concretos de obra producida por parte de hombres y mujeres que sintieron, ansiaron y pensaron temblando ante la profecía del fin del quinto sol.

No es el objetivo traer al presente el pasado prehispánico para instaurarlo de nuevo. No se trata de sentar las bases de un nuevo nacionalismo mexicano, y mucho menos se trata de interpretar los mitos y ruinas prehispánicas para ocupar más anaqueles académicos. Sólo quiero indicar el fondo hermoso de un temple de ánimo que no nos es ajeno: el temblor.

Tiembla nuestro cuerpo cuando los músculos se contraen... Las causas son múltiples. Puede ser por frío, por miedo; por alguna patología neuronal, hepática, renal o relacionada con la tiroides; por alguna reacción alérgica o envenenamiento, por abstinencia de alguna sustancia como la nicotina o el alcohol; pero también temblamos cuando suspiramos o alcanzamos la cúspide del placer en el acto sexual. Los humanos no somos únicamente un cuerpo cuya materia se sacude mecánicamente (vibra), tampoco somos pura conciencia que en su oscilación dialéctica se marea, o singular concepto cuyo pretendido sostén ctónico se cimbra; proponemos aquí que la unidad existenciaria nuestra, es más bien una sensibilidad que tiembla.

Pero, ¿de qué va este temblor nuestro?

Eratóstenes Flores Torres.