4.- El esplendor de la belleza como conciencia de sí en los seres humanos.

Si bien el sistema nervioso en su partición múltiple del gusto, el tacto, el olfato, el oído y la vista como principales aberturas de la sensibilidad animal posibilita ya un grado de conciencia, es en los humanos donde se ha desarrollado algo que supera por mucho la experiencia inmediata o los momentos de más elevada sensibilidad entre los demás vivientes. Me explico.

El cerebro de todos los vivientes que lo poseen, les permite en menor o mayor grado descubrir la realidad como fuente de un aspecto de su vida, y en el caso específico de los seres humanos, debido a la complejidad cerebral que constituye su conciencia en términos evolutivos, se yergue esa 6, es decir: la belleza, como la cúspide de la sensibilidad entre los vivientes. Son los humanos entonces los que pueden captar el máximo esplendor de la belleza; el descubrimiento de lo real como posibilidad, actualidad y consumación de la vida. Los seres humanos han alcanzado en este sentido, un nivel de conciencia que los hace a su vez, ser conscientes de la misma.

La relación de la belleza con la vida de los seres humanos no es trivial, es de hecho original, y para ahondar en este sentido, consideremos el siguiente fragmento del mito antropocéntrico nahua7.

«Luego fue Quetzalcóhuatl al infierno (Mictlán, entre los muertos); se llegó a Mictlantouctli y a Mictlancíhuatl y dijo: “He venido por los huesos preciosos que tú guardas”. Y dijo aquel: “¿Qué harás tú Quetzalcóhuatl?” Otra vez dijo éste: “Tratan los dioses de hacer con ellos quien habite sobre la tierra”. De nuevo dijo Mictlanteuctli: “Sea buena hora. Toca mi caracol y tráele cuatro veces alrededor de mi asiento de piedras preciosas”. Pero su caracol no tiene agujeros de mano. Llamó (Quetzalcóhuatl) a los gusanos, que le hicieron agujeros, e inmediatamente entraron allí las abejas grandes y las montesas, que lo tocaron; y lo oyó Mictlanteuctli.

¿Qué fue lo que Mictlanteuctli oyó?

Es bien sabido8 que el caracol entre los antiguos nahuas era un símbolo de fertilidad asociado a Tlaloc, así que ¿qué otra cosa podría ser el caracol sin agujeros de Mictlanteuctli que el vestigio de su propia fertilidad perdida? El señor del Mictlán oyó gusanos agujereando su caracol y abejas haciéndolo sonar desde el interior. Sentado en su asiento de piedras preciosas, lo que oyó fue el deleite de la vida zumbando a su alrededor, cuatro veces desde el norte, cuatro veces desde el sur, cuatro veces desde el poniente, cuatro veces desde el oriente. En el origen mítico del hombre y la mujer nahua, hay una experiencia estética de por medio.

6 Dussel, Enrique. Dieciocho tesis de estética: Acerca de la liberación de la belleza. No publicado.

7 Matos, Eduardo. (2013). Vida y muerte en el templo mayor. FCE. p. 57.

8 Matos, Eduardo. (2013). Muerte a filo de obsidiana. FCE. p. 158.

Eratóstenes Flores Torres.