Poesía
Bebiendo
Camino por las calles mientas todos duermen y pienso todo, Todo, ... TODO.
Pienso lo mío, lo tuyo, lo de nadie y por supuesto lo de todos.
Es común que me reclamen por pensar lo que no debo; pero, ¿cómo dejar de hacerlo?.
Hace mucho ya que el reloj me es indiferente.
Esa manía intermitente se vino abajo con las manecillas justo a las 6 con 20,
y no faltan los que por la ventana bisbisean mi mal ejemplo.
¡Soy lo que que no se debe hacer!
Si supieran que es en ellos en los que menos pienso...
Me he hecho de una angiosperma recientemente para medir el tiempo.
Bebemos y bebemos sin parar...
Yo de vez en vez vomito y tiemblo; pero ella,
ella sí que sabe hacerlo.
Poesía
Cuando la vida te integra.
Hoy,
al caer la tarde,
dos de mis amores participarán de lo uno.
Puedo ver en el camino
la certidumbre de lo absoluto,
la intensidad de esa comunión que
disuelve los límites en la fragua de la divinidad.
Poesía
Necios.
Cristales,
ejemplos por excelencia de orden y opulencia.
Sus brillos iluminan la noche y sin embargo,
son pura materia inerte.
Así es la cabeza de muchos,
brillante, ordenada, perfecta,
pero sobre todo muerta.
¡Qué caos tan vivificante adorna el pulso cardíaco
hecho electrocardiograma!.
¡Qué triste es la monótona y ordenada línea recta
que anuncia la muerte!.
Hubo una vez un insensato
que no conforme con comprobar que la tierra era redonda,
la midió. Se llamaba Eratóstenes y se dejó morir de hambre.
¡Qué nubes tan cargadas debieron bendecir
la oscuridad en el espíritu de este necio!.
¿Qué criatura en este planeta anhela orden en su cabeza?.
¿Acaso alguna especie con plumaje resplandeciente?.
¿Quiénes son estos loros multicolores que levantan la voz entre Tzenzontles?.
Eratóstenes Flores. 29/05/2009.
Poesía
¿Quién soy?
Un enigma para mí mismo, una incógnita que sólo aparece parcialmente y sin avisar. Una cápsula porosa que se desborda sin remedio, red vacía que ama la sensación catártica que provoca el impulso total de sus voliciones; abismo que sólo se apacigua devorándose a sí mismo consumiendo intensamente sus deseos. Una bestia fantasiosa que con la mirada se viste de alebrije, y que con la lengua lame sus ojos para sanar el ardor que suscita la plétora de imágenes bellas que se cuelan por su embudo visual, desgarrando cualquier aspiración de unidad. Una multiplicidad que se revuelca en el fango de lo mágico, de lo místico, de lo que sólo es poesía encantadora, de lo que se ubica entre la objetividad sonora de sus pronunciaciones y la subjetividad hermenéutica de las representaciones seductoras que indica. Una multiplicidad que no es una sino plural. Pluralidad por lo demás, basada en la sólida firmeza de la nada.
Poesía
¿Cómo abandonar la poesía?.
Hay que disolver los conceptos,
renunciar a la alegoría,
bajar del corcel
y en silencio,
correr hasta estar solo,
fundido en la profusa vitalidad
de lo múltiple desconocido.
La página se hará vacío,
y con el tiempo
volverá a ser árbol.
La letra perderá
sus hechizos,
y la tinta volverá
a la glándula hipobranquial del murex...
La poesía se habrá ido...
Dejaré de hablar,
será la vida,
y poco a poco,
se abrirá el sendero del olvido.
Caminaré desnudo,
limpio de sombras y fulgores,
sin cura, seguro.
Eratóstenes Flores.
Poesía
Malherido
Respirar es oxigenar la facultad de herirnos. Cada inhalación es un giro en el esmeril de la piedra que afila el total de nuestras acciones; el intermitente proceso punzo cortante de vivir la vida. Para el vivo no es posible tomar distancia de este natural acto de laceración colectiva. Al que vive le duele la vista, el olfato, el oído, el gusto y el tacto, le duele estar vivo e igualmente le duele lo no vivo, lo muerto, lo inanimado. Tal vez sólo en ese sentido el hombre es rico, pues en cuanto a dolencias se refiere, no discrimina; el que vive sabe que lo inerte lastima, que nada escapa al desgarrador fluido de la experiencia, que es imposible no vivir una vida llena de pena y castigo.
Todos sobrevolamos el mundo malheridos, con la piel arponeada por vientos secos de gigantes y diminutos anzuelos. Miramos las suaves y coloridas visiones del mundo con la vista erosionada, sanguinolenta, víctima del filo agudo que posee la profusión icónica de la naturaleza. Saboreamos el viento que nos rodea con la lengua que arroja y recibe puñaladas en cada palabra, en cada silencio. No es posible tocar la vida sin sentir lo áspero de su piel tersa y uniforme, piel que huele a adrenalina y que se respira para poder vivir.
Nuestra nariz es verdaderamente roja, no como la nariz sin sangre cuyo destello oculta el rostro derruido del actor que cubre sus fosas nasales adoloridas cuando ríe de dientes para afuera, y provoca lo mismo entre los que miran su maquillaje… nuestra nariz no es una bola estéril.
Todo el tiempo resuena en nuestros oídos el exceso de sangre que recorre nuestro cuerpo y que se desborda por nuestra cabeza, por nuestro pecho.
Somos millonarios de contusiones provocadas por una lapidación hecha de ladrillos que manchan nuestra sangre de rojo.
Eratóstenes Flores. 09/04/2008.