No me alcanza.

Dicen que no me alcanza. Que no me alcanza el español para que puedan comprarme una crítica al colonialismo. Que no me alcanza el apellido para legitimar mi indignación. Que no me alcanza el nombre para superar el ámbito de la opinión y en general de la subjetividad. Que no me alcanza la formación profesional para que se me pueda tomar en serio.

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Madre.

Mujer, pródigo manantial de amor. Dónde, si no en tu mirada, culmina el sendero de esmeraldas soñadas. Dónde, si no en tus cabellos, comienza el sentido del esplendor bioluminiscente. Dónde, si no en tus manos, se abriga el futuro lleno de incertidumbre.

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Insomnio

Tuvimos nueTuvimos nuestra oportunidad...
El tiempo y el espacio alguna vez fueron nuestros.
¿Qué nos pasó?.
Nos perdimos en la fascinación de la unidad...
La objetividad y universalidad de la dialéctica,
así como la espiritualidad del misticismo,
pronto devinieron soberbia, egoísmo, individualismo,
separatismo.

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¡Ni un paso atrás!

¡Ni un paso atrás ante estos hijos de la chingada!, cerremos filas hasta que sueñen con nosotros si es que aún no lo hacen. Acorralemos sus patrañas, quejas y deprecaciones; que no haya espacio ni tiempo para ellos mientras nos miren con desprecio desde sus torres, mientras nos hablen sin saber nuestro nombre; que no quede resquicio alguno del cual puedan sujetarse, confrontemos con ahínco la avaricia y mezquindad que los une; delineemos implacables lo ruin de su solidaridad a ultranza donde quiera que se hallen; en la calle, en el Internet; mientras caminan, mientras se ejercitan, mientras son “felices” fotografiando lo que comen.

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Frente a nosotros está el pasado.

Frente a nosotros está el pasado, no sólo lo que es. La estela de lo que ha sido, sigue siendo y la podemos ver, sus lindes son la plenitud del aquí y el ahora. No hay grieta que trunque al espacio y el tiempo, nada en la tierra de lo que pudiera ser fragmento se puede saber.

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¿Aún hay poesía para nosotros en el mundo?.

La poesía es tierra, barro primordial, mineral en cuya gravedad reposa la letra; puente de la eternidad que se tiende desde el lodo con el que se divierten los niños hasta las ennegrecidas uñas de los adultos que encapsulan toda una nación: parián de la humanidad, patria de la indigencia. Dicen también de la poesía que es agua, líquido vital; linfa de un hontanar que sublima la sensibilidad. Su curso intrigante nada tiene de espiritual, es el mismo de los peces que nacen en la espuma de cualquier lactante. Una vez superado el borboteo de su llegada al mundo, estos nadan del tierno y lumínico balbuceo hasta los misterios de la profundidad en el habla. Con gran decisión y por naturaleza mudos, entregarán en silencio sus colores a la inmensidad de ese abismo... Hay otros que dicen: ¡es fuego!, sus vías son las del poder ígneo que todo consume, nada tiene de apacible, no es cálido abrigo que titila bajo control. ¡La poesía es un incendio!, arde evidenciando la falta de conciencia social promoviendo el activismo e insuflando la revolución. Quienes así la viven intentan cauterizar un dolor irreparable... Han perdido todo, sólo les queda el hierro al rojo vivo con el que escriben. Los pájaros, por su parte, pían ante sus polluelos que la poesía es aire. Y no es que les falte experiencia con los demás elementos ya que por los tornados, pero sobre todo por las lombrices que los han alimentado, saben lo que es la tierra. Conocen también los ciclones, y por lo tanto el carácter del agua aunque mil veces prefieran ese que se estanca en la oquedad de las fuentes donde beben y se bañan. El fuego para ellos es convección, columna térmica que sostiene el vuelo y por la cual superan el irritante humo negro que producen las hogueras de los hombres. Sin embargo, la poesía; es decir, el aire en Nefelococigia, simplemente se respira, está ahí todo el tiempo palpitando en la inmensidad del cielo, ocultándose en la claridad de esa transparencia que se alza muy por encima del mundo... Dicen también de la poesía que nada sería si no fuera por el tiempo... Por el tiempo detenido en las ruinas de los templos, por el tiempo que fluye en la historia de los ríos; por ese tiempo esperanzador que se aspira con alivio, por el tiempo inasible, inefable y diminuto que se quema en las fauces del olvido. Pues bien, ¡yo digo que no!, ¡que no es tiempo, que no es tierra, que no es agua ni aire ni fuego!. Es más, ni siquiera la inevitable mezcla de ellos provocada por Eros. ¡La poesía no es amor!. Amor, amor, amor... Poesía de estrellas, de ojos y pestañas, poesía de cabelleras, ¡cómo les odio!. Odas a la luna y el sol que son pura impostación; palurdas emotividades que llenan legajos de alabanzas a la madre tierra, ¿es esa la única poesía uranio-ctónica posible?, ¿es esa álgebra metafórica la única poética posible?, ¡qué asco!. El dios del amor, de la fertilidad, de la lascivia y del acto propiamente sexual, ¿además está sosteniendo la poesía?, ¡bah!... ridículas caricias; gestas adolescentes hasta lo sublime estúpidas; grotescas erecciones y secreciones corporales... ¡De verdad, les odio!. En fin, se ha escrito mucho, y en general siempre se llega al punto en el que confundimos la poesía con lo que amamos, con lo que fue nuestro tiempo y con nuestras más preciadas sensaciones del mundo material, pero, ¿y el odio?, ¿será sólo un síntoma de mi frustración e incapacidad para decir lo que la poesía es?. Creo que en mí el odio se dirige más bien hacia aquellos que no han sentido la poesía, hacia aquellos que responden desde el gusto refinado, la altura moral o no sé qué bondades de la libertad. Mi odio apunta a los remedos de respuesta que se hunden en la especulación metafísica o el misticismo espiritual. Hagámonos seriamente el siguiente cuestionamiento: ¿Qué es la poesía?... Levantemos la pregunta del suelo como quien levanta el excremento de su amado perro; contestemos controlando el impulso de arrojarla al cesto; respondamos sin caer en la tentación de apresurarnos a abonar el huerto. ¡Hey, tú!,¡tenla!, tenla por encima de los versos que sepultan la rosa de los vientos; tenla contemplando la fractura heterosexual, el dolor del lirismo femenino negro y la ignominia indígena; tenla sin temor y responde: ¿Aún hay poesía para nosotros en el mundo?. Eratóstenes Flores.

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Flor de la vida.

Llegaron así mis primeros 2,000 años. El mareo existencial era ya insoportable. Reconocí mis manos en una nueva vida que olía a fuego. Dedicábamos el tiempo por completo a interpretar el futuro de la gran revolución. Todo aquello que parecía culminar en la explanada de la emancipación, era especialmente significativo para nosotros. No obstante, el mundo ya era otro, y yo incapaz de recordar en aquel entonces lo que ahora tengo tan presente, tejí una relación de amistad con un par hombres increíblemente interesados en los pormenores -para mí ahora ridículos- de las revoluciones en general.

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Hacia la invisibilización.

Dolor mío, único y exclusivo. Dolor profundo, tan separado de la vida que raya en el onirísmo; fantástico, subjetivo e ingente. Dolor que nunca será consensuado socialmente.

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